La rutina es parte de la vida de todo ser humano, no es que nos guste del todo pero es así. Tenemos un horario establecido para levantarnos, para desayunar, asear la casa, preparar los niños para el colegio, hacer el guisado, salir a trabajar, jugar con los niños, cena, tiempo con el esposo, etc.
Estoy tan acostumbrada a mi esposo que, los días que por alguna razón no está en casa a la hora de comer o tiene que salir de viaje, mi horario se distorsiona un poco y me descontrolo hasta en la hora para dormir. Me he dado cuenta de algo que sucede no solo en mi familia sino, en la de muchas mujeres más.
Las mañanas son prácticamente de hacer lo mismo día tras día, preparar hijos, desayunar, beso al esposo de despedida, dejar a los niños en el colegio, beso a cada uno y de regreso al hogar o al trabajo si acaso lo tienes.
¿Qué pasaría si fuese el último beso que damos a ellos?
Estamos tan acostumbradas a despertar cada día, orar a Dios y hacer nuestras cosas diarias que, no nos detenemos a pensar que pudiera ser nuestro último día en la tierra, o el de nuestro esposo e hijos. Nuestro beso del adiós.
Tomemos tiempo para nosotros como familia. Concentremos nuestra fuerza en ellos. Regresemos a nuestro primer amor con Dios y rodeemos a nuestra familia de Él. Que no nos pase como a Salomón, el hombre más sabio en la tierra después de nuestro Señor Jesucristo. Él quien tuvo todo a manos llenas, sabiduría, riquezas, honra, mujeres, fama, construcciones, éxito, todo lo que un hombre pudiera desear él lo tuvo, y murió vacío, sin Dios.
Hemos sido creados para depender de Dios y no de las cosas terrenales. Fuimos creadas para encontrar satisfacción y felicidad con nuestro Dios y no en los placeres del mundo. Dios nos ha dado la capacidad de disfrutar de todo lo que nos da cuando le somos fieles a Él.
Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes,
y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte,
y goce de su trabajo, esto es don de Dios.
Eclesiastés 5:19
Vemos que el rey Salomón se dedicó a hacer tantas cosas que llegó un momento en el que se olvidó de Dios, se olvidó de su primer esposa al tener mil mujeres más, y no pudo relacionarse con ninguna de ellas, descuidó a sus hijos, su reino y murió lejos de Dios, rindiendo culto a otros dioses. (1 Reyes 11)
Cuando comenzamos a olvidarnos de Dios, de presentarnos delante de Él en oración, de leer su Palabra y buscar su rostro cada día, comenzaremos a perder esa misma comunión familiar.
Cuando nuestra vida espiritual, nuestra dependencia de Dios está bien y fuerte; nuestra comunión en el matrimonio y en familia está fortalecida también. Es tiempo de fortalecernos en familia, de buscar juntos la presencia de Dios, de orar unos por otros y estar unidos, más unidos para que cuando aquél día venga, estemos preparados y llenos del amor del Padre.
Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería
y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día.
Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra.
Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar
de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.
Lucas 21:34-36
El día de la muerte vendrá para todos, tratemos que nuestros años estén llenos de mucha vida, llenos del amor de Dios, de su presencia para ser guardados de todas las cosas que acontecerán en los tiempos por venir.
Vivamos de tal manera que todos los días sean el mejor, que nuestros besos al dormir, al despertar y al despedirnos, cada vez estén cargados de amor por los nuestros, que tengamos la seguridad que si es el último día sobre la faz de esta tierra y es tiempo de bajar al sepulcro, hemos amado a Dios con cada fibra de nuestro cuerpo, con cada átomo de nuestro ser y aún con una montaña de errores siempre buscamos hacer su voluntad.
El beso del adiós, con su presencia es el mejor.
En Su Gracia
Karla