Hoy terminamos esta jornada de oración y diario devocional. Durante estas 6 semanas Dios ha hablado a nuestra vida, mostrándonos áreas en las que debemos mejorar y otras en las que definitivamente necesitamos olvidar.
Lo más importante en nuestra vida, en nuestro matrimonio y en todo cuanto hacemos es, reconocer el lugar de Dios. Podríamos pensar que como somos temerosas de Él, vamos a la iglesia, leemos nuestra Biblia y oramos, Él está en el lugar que le corresponde pero, no siempre es así.
Podemos dejar de tener una relación con Dios por tener una religión y hacer todo de manera mecánica, sin pasión, sin devoción y sin amor. Hay una delgada línea entre la comunión y la religiosidad. ¿Cómo se cuando estoy dejando de tener esa relación?
Cuando todo lo hacemos por cumplir con un horario, para cumplir con un ministerio, un líder, o por cumplir nuestra agenda y no por amor, por necesidad de Dios, de estar en comunicación con Él y sobre todo comunión.
Veámoslo como nuestro matrimonio, podemos tener comunicación con nuestro cónyuge porque es necesario que sepa los horarios del colegio de los niños, qué comeremos, las citas dentales, si paso a la lavandería, etc. Esa es una comunicación sin comunión, sin intimidad. Cuando se cierra la puerta del dormitorio por las noches y que nos miramos a los ojos y hablamos de los dos, de nuestras necesidades, nuestros deseos y de cómo mejoramos nuestra relación, así como la intimidad sexual, es nuestro tiempo de comunión.
Lo mismo sucede con Dios, si hablamos con Él por cumplir con el compromiso que hice de orar por alguien, o para no sentirme mal por no orar, perdemos la comunión. Acerquémonos a Dios porque Él es todo. ¡Todo! sin Él nada somos, acerquémonos a Él porque le amamos, porque es mejor un día en su presencia que mil fuera de ella, porque Él es nuestro refugio, nuestro libertador, nuestra torre fuerte, nuestro Padre quien nos recibe con brazos abiertos y su inagotable misericordia.
Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Es el mandato más hermoso que tenemos, es el mandato que nos debe dar gusto hacerlo, y repetirlo a nuestros hijos y darlo por herencia también.
Muchas gracias por acompañarme todo este tiempo en oración, lo aprecio mucho y lo atesoro en mi corazón. Dios te bendiga y te guarde siempre.
Con Gratitud
Karla