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Mamá Entaconada

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Muchas mujeres hemos decidido decirle si al llamado que tenemos en la maternidad, muchas hemos decidido estar en casa cuidando de esos pequeños que le pertenecen a Dios, muchas hemos dejado de lado la vida profesional para centrarnos en la familia que Dios nos ha dado. Hay otras mujeres que día a día salen de casa a trabajar, quizá con un dolor en el alma por dejar a sus hijitos solos o con una niñera y desearían estar en casa al 100% cuidando de ellos. Hoy hablemos de las mamás de tiempo completo y en otra ocasión abordemos el tema de la mamá profesionista.


MAMÁ ENTACONADA

No recuerdo si se llamaba así el programa que llegué a ver en varias ocasiones a través de Discovery Home and Health. Eran historias de mujeres embarazadas usando tacones de 8 o 12 cm de altura, impecablemente peinadas, maquilladas, sin preocupaciones y con sus hijos mayores perfectamente vestidos que parecían modelos de Gymboree.


Ninguna de ellas tenía un mal día, a ninguno de sus hijos se les escurría el moco después de comer helado, ninguno de ellos hacía berrinche y ellas con sus grandes tacones, no caminaban, parecía que flotaban.


Muchas ocasiones me descubrí riendo conmigo misma al ver ese programa. ¡Qué irreal! -Pensaba para mí. O quizá si es real en un mundo paralelo al mío, jajaja no sé, pero mi mundo es completamente diferente, no soy una mamá de revista, no soy una mamá de Discovery Home and Health.


Lo cierto es que la vida como mamá, vamos a decir, “real” es diferente, tal vez te identifiques con lo que te platicaré y ambas nos animemos o lloremos y busquemos juntas más de Dios.


La Vida Real

Hay días en los que todo parece un caos en mi hogar, todo parece salirse de control y comienza con la mamá. Siempre he pensado que mientras que la mamá esté tranquila y feliz, la casa funciona de maravilla, hay algún cambio en el humor de la mamá y… ¡mejor huyan! ¿También en las mamás cristianas? Si, con mucha pena confieso que también en nosotras… también de repente nos gana la emoción, también explotamos cuando menos queremos, cuando menos esperamos y cuando menos debemos explotar. Somos mujeres pecadoras, redimidas y amadas por un Dios perfecto quien nos va perfeccionando día a día, por eso es que necesitamos más y más de Él.


Son días agotadores, días en los que seguramente hay más ropa que lavar, más trastes en el lavaplatos, una queja escrita en el cuaderno de tareas de tu hijo, un berrinche en el super mercado, leche derramada en el sofá que tenía chilito en polvo que recién había tirado tu bebé, el teléfono suena sin parar, tu comida fría sigue más fría y sin comer, más llanto, más estrés, otro pañal que cambiar, más quejas, menos compasión, menos control, menos paciencia, menos tiempo, menos Dios, menos oración, menos de Él y por supuesto... más de mi…


¡Uff!
Si… cuesta reconocerlo.
Duele reconocerlo.


Cuando más caótico está todo, mi búsqueda de Dios ha sido menor. Son días en los que encuentro tiempo para todo, menos para tener un tiempo de calidad con el Señor. Son días en los que mis oraciones son raquíticas, la lectura de la Biblia es mecánica y mi dependencia de Él, aunque es mayor, también es menor.


Pasan horas y horas y siempre hay algo qué hacer: Llamadas por contestar, correos que responder, ropa que lavar, comida por preparar, artículos por escribir y editar, amigos a quienes llamar, esposo que atender, conversar, amar, hijos con quienes jugar, aprender, estudiar.


Y la verdad es que todo eso es secundario, y aunque lo sé, voy posponiendo el descansar en Cristo. Llena de afanes no logro tener mi tiempo con Dios y mi espíritu no es ni afable ni apacible en esos días. Termino hiriendo a mi dulce esposo, a mis amados hijos y herida y enojada por no controlarme y no hacer lo que se supone que ya debería estar haciendo.


¿Te ha pasado?


De esos días en los que despiertas y en un acto reflejo brincas de la cama a preparar a tus hijos para el colegio y sin darte cuenta, has desarrollado la habilidad de hacer dos o tres cosas al mismo tiempo y en tiempo récord. Cuando parpadeas te das cuenta son las 9 de la noche y ¡ups! “no tuviste tiempo” para hacer nada de lo que tenías que hacer. ¿Es eso posible?


Te entiendo, créeme.


Lo cierto es que, hacer demasiadas cosas en un día no necesariamente muestra que estamos aprovechando el tiempo, quizá es exactamente lo contrario.


NECESITAMOS A DIOS.

Ya sea en la madrugada, en la mañana o a medio día la hora que decidas darle tiempo de lleno para dedicarte al estudio y la oración, hazlo mujer. Necesitamos a Dios todo el tiempo.  Antes me frustraba porque no podía tener mi devocional a las 5:30 a.m. y todo el día estaba de malas o frustrada porque no había cumplido con el horario, eso era religiosidad solamente, quería cumplir por cumplir y no por deleitarme y pasar tiempo con Dios.


Pensaba que así comenzaba bien el día (y de hecho es así) pero lo hacía también para toda la mañana dedicarme a hacer limpieza y los pendientes que tenía. Si no tenía mi tiempo de oración muy de mañana, me ocupaba en las labores de casa y adiós devocional.


He aprendido que lo más importante es mi relación con Dios, si me encuentro con Él muy de mañana y a media mañana estoy alterada por algo, necesito de Dios, y dejo todo en pausa. La ropa sin lavar seguirá esperándome, la limpieza puede esperar una hora más, ese correo electrónico puede ser respondido más tarde, los grupos de WhatsApp y las redes sociales ahí estarán para después, mis amigos, mis verdaderos amigos, entenderán cuando es necesario parar de conversar para dedicarme al Señor.


Seremos mejores mamás, esposas, amigas, vecinas, y mejores personas en la medida que estemos entregadas a Dios. Cuando más dependemos de Él, cuando más buscamos de Él, pensaremos menos en nosotras mismas, en nuestros deseos egoístas y en agradar a otros y buscaremos solo Glorificarle a Él, agradarle a Él.


No soy una mamá de Discovery Home and Health, ni pretendo serlo. Anhelo ser la mamá que Dios quiere que sea para cada uno de mis hijos y para ello, necesito estar “pegada” a Dios, escucharle, imitarle, porque fuera de Él, nada puedo hacer.


Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí,
y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí
nada podéis hacer.

Juan 15:5



En Su Gracia

K A R L A






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