Hace un par de días platicaba con mi amiga Isabella acerca del crecimiento y la madurez en la vida del creyente. Somos como flores amiga -le dije-, no todos crecemos al mismo ritmo ni absorbemos de la misma manera los nutrientes que nos harán crecer y florecer.
Y es que pasa a menudo que nos comparamos unas con otras.
Continuamente leo y escucho conversaciones acerca de quién ha leído más veces la Biblia, cuántas han hecho el estudio de tal y tal ministerio, cuántas llevan una carpeta devocional, quien ya es una experta en lettering, quién ha leído todos los libros de tal autor o quién es capaz de leer más de un libro al mes.
Si, también fui parte de esa revolución que Instagram y Pinterest nos hicieron el favor de llenarnos la cabeza y, por supuesto, el corazón también. Nos muestran una vida devocional perfecta, una Biblia con anotaciones perfectas, un cuaderno y carpeta devocional en perfecto orden. No que esto sea malo per se, pero cuando eso es lo único en lo que pensamos y lo único que nos importa, es necesario frenar, y cuanto antes mejor.
Somos como flores.
Hay gran variedad de flores, todas son diferentes aunque tienen el mismo fin: embellecer los campos, mostrar la belleza de su creador, producir semillas para las plantas de la próxima generación, así las especies se perpetuarán y propagarán. Cada una de ellas tiene un tiempo específico para germinar, para crecer, para reproducirse y morir.
Nuestra vida cristiana es más o menos similar.
Tenemos un tiempo para todo y si lo olvidamos, podemos caer en el error de querer hacer germinar una semilla para que nazca, o de darle abono en exceso para que por fin florezca y dé su propio fruto. Todo eso es dañino. No hay como dejar que cada una nazca, crezca y se desarrolle de acuerdo con el plan de Dios.
Nos pasa también y quizás muy a menudo el querer que nuestros hijos maduren más rápido. Son bebés y queremos que caminen, caminan y queremos que lo hagan a nuestro paso, corren y queremos que también hagan sus tareas por sí mismos; son niños y esperamos que se comporten como adolescentes, están en la adolescencia y les pedimos que sean maduros y actúen como un joven de más edad. Son adultos y queremos que sepan las cosas que nosotros ya sabemos con algunas décadas más que ellos…
¿Por qué? ¿Por qué esa necesidad de querer que todo madure pronto? ¿Por qué no disfrutar el paso a paso de cada uno? ¿Por qué no congratularnos con aquellos que son nuevitos en la fe y que recién comienzan su caminar con Dios? ¿Por qué querer que sepan todo lo que quizás ni nosotras sepamos a la perfección? Con esto no quiero decir que no nos interesemos en que estudien la Palabra de Dios, no. Sino que cada uno tiene un tiempo, un momento para madurar y eso le corresponde al dulce Espíritu Santo. Nosotras oremos por ellos (y por nosotras también) como Pablo lo hizo por nuestros hermanos en Éfeso:
“Por esta razón también yo, habiendo oído de la fe en el Señor Jesús que hay entre vosotros, y de vuestro amor por todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo mención de vosotros en mis oraciones; pidiendo que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en un mejor conocimiento de Él. Mi oración es que los ojos de vuestro corazón sean iluminados, para que sepáis cuál es la esperanza de su llamamiento, cuáles son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál es la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la eficacia de la fuerza de su poder,el cual obró en Cristo cuando le resucitó de entre los muertos y le sentó a su diestra en los lugares celestiales, muy por encima de todo principado, autoridad, poder, dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en el venidero.”
Efesios 1:15-21
Somos como flores.
No sé en que fase estás ahora, puede ser que seas una recién nacida en la fe, que estés madurando, o bien, que ya seas un adulto. Dios se complace en cada una de nosotras, en el amor que le tengamos, en como es que vivimos de acuerdo con su voluntad y para Su Gloria. No te afanes en querer crecer a la par de alguien más, solo para estar en onda o en sintonía con instagram y pinterest. Sino que, busca crecer en el conocimiento de Dios para poder vivir la vida de acuerdo con su diseño, para agradarle a Él, para glorificarle a Él. Entonces seamos intencionales en conocer a Dios, aplicar y vivir su Palabra es lo que nos debe motivar a estudiarla más y más.
No te afanes.
No te compares.
Disfruta el tiempo con Dios.
En Su Gracia
K A R L A