Desde que recuerdo, en la escuela me enseñaron que “la familia es la base de toda sociedad” y sin duda lo es. En las grandes empresas se preocupan por la estabilidad familiar de los empleados, de los directivos, porque saben que una persona con estabilidad familiar, tiene estabilidad emocional y por consiguiente es más productivo y eficaz en lo que haga.
Si la familia presidencial es estable, será de mayor bendición al pueblo y buscará beneficiarlo. Y así podemos seguir con los ejemplos, por eso no es de extrañarse que el enemigo de nuestra alma busque destruir la familia.
Es probable que hayamos crecido en una familia destruida total o parcialmente y que ello, haya dejado huellas en nosotras. Si hoy te preguntara ¿Fuiste amada por tus padres cuando niña?¿Qué responderías?
Si tu respuesta es si, alabado sea Jehová por tan bella infancia. Si tu respuesta es no, ¿por qué crees que no te amaban? ¿Qué fue lo que hicieron o no hicieron tus padres para que llegaran a esa conclusión?
Lo que vivimos de niñas deja huellas aún en nuestra adultez, más si fueron negativas pero, Dios es bueno y Él nos cambia esa percepción del amor porque Él es amor. Todo lo que pudimos aprender de nuestros padres que nos impida demostrar amor a nuestros hijos, ahora con Él lo podemos cambiar.
¿Cómo es el modelo de familia de acuerdo a la Biblia?
El Salmos 127 nos muestra como es un hogar con Dios ¿a quiénes de nosotras nos gustaría poder decir confiadamente “Dios está en mi hogar”? A todas seguramente.
Si Jehová no edificare la casa,
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia.
En vano trabajan los que la edifican;
Si Jehová no guardare la ciudad,
En vano vela la guardia.
Salmos 127:1
Un hogar sin Dios es difícil de levantarlo. ¿Dónde está cimentado nuestro hogar? ¿Cuáles son las bases que tenemos? ¿Hacemos parte a Dios de nuestro hogar? ¿De nuestra familia?
Si el mantener en pie una familia sin contar con la ayuda de Dios fuera sencillo y confiable, el índice de divorcios, de infidelidades y matrimonios fallidos sería mucho menor al actual.
Podemos hacer y deshacer, acudir a terapeutas matrimoniales, seguir consejos de Discovery Home and Health para una vida marital placentera; si Dios no está en nuestro hogar será muy difícil edificar un hogar estable y fortalecido.
Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar,
Y que comáis pan de dolores;
Pues que a su amado dará Dios el sueño.
Y que comáis pan de dolores;
Pues que a su amado dará Dios el sueño.
Salmo 127:2
Si leemos el Antiguo Testamento veremos que antes de construir una gran ciudad, construían las murallas para estar seguros. Esa seguridad no era del todo confiable, la verdadera protección es Jehová. Salmos 18:1-2 dice: “Te amo, oh Jehová, fortaleza mía. Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.”
Si nosotras junto a nuestro esposo, construimos un hogar fortificado con cosas del mundo, es una seguridad vana. Podemos tener guardias, cercas, la mejor infraestructura de vigilancia y aún así vivir con miedo e inseguras, porque nuestra fortaleza, nuestro protector es Jehová de los ejércitos.
Construyamos nuestro hogar confiando en el Señor (Salmo 27:1) dejemos de confiar en el hombre y en lo que nos cubre externamente.
Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar,
Y que comáis pan de dolores;
Pues que a su amado dará Dios el sueño.
Y que comáis pan de dolores;
Pues que a su amado dará Dios el sueño.
Salmo 127:3
Cuando crece la familia, crecen los gastos y responsabilidades ¿cierto? de pronto nos damos cuenta que hacen falta algunos pesos extra para solventar lo necesario y podemos cambiar nuestras prioridades sin darnos cuenta. De manera muy sutil dejamos de confiar y buscar a Dios por esforzarnos en conseguir más dinero para cubrir las necesidades que ahora existen y poco a poco nuestra relación con Dios, es cada vez más lejana.
Cuando crezca la familia, cuidemos de No olvidarnos de Dios, que nada sea más importante en nuestra vida como nuestra relación con Dios.
Cuando tenemos hijos todo cambia, horarios, amistades, rutinas, alimentación, todo.
He aquí, herencia de Jehová son los hijos;
Cosa de estima el fruto del vientre.
Cosa de estima el fruto del vientre.
Salmo 127:3
La palabra Herencia, en el original hebreo es la palabra nachalah y significa: Posesión, propiedad. Así que si lo leemos con esa traducción se lee así: “He aquí que propiedad de Jehová son los hijos”
Nuestros hijos no nos pertenecen, son de Dios. Debemos estar consientes que un día se irán a formar su propia familia y al final de nuestros días, estaremos solas con nuestro esposo en el hogar.
Tú y yo somos “administradoras” de todo lo que Dios nos ha dado, y entre ellos están nuestros hijos. ¿De qué manera estamos criando y cuidando los hijos de Dios? Hace días me preguntaba: ¿Cómo reaccionaría si dejara a mis hijos encargados con alguien más y los tratara como los trato yo? ¿Estaría tranquila, angustiada, feliz, agradecida? ¿Cómo? ¿Y tú?
“Cosa de estima el fruto del vientre” son una bendición nuestros hijos, es una recompensa que Dios nos ha concedido en su gran misericordia. ¿Cómo cultivamos ese fruto? ¿Qué cuidado le damos? El criar e instruir a un niño es un privilegio y una gran responsabilidad delante de Dios. (Deuteronomio 6:9) por eso es que nos compara con valientes guerreros que dan dirección a las flechas.
Nuestra labor es formar y dar dirección a la flecha, conociendo de qué manera debemos colocarla en el arco, cómo debe ser la presión y la fuerza ejercida para lanzar dicha flecha y que dé en el blanco fijado por Dios.
Nuestros hijos serán lanzados al mundo, si nosotros los preparamos para encontrar su propósito y voluntad de Dios para su vida, cuando enfrenten al mundo a solas, será más difícil que las pasiones que se encuentran en él los atraigan y cautiven.
Que la educación que les demos a ellos, sea más fuerte que la gloria que el mundo les ofrece. Pidamos sabiduría y discernimiento para reconocer cuándo es que cada uno de nuestros hijos deberá ser lanzado a su destino.
El secreto de un hogar feliz es la presencia de Dios.
Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová,
Que anda en sus caminos.
Que anda en sus caminos.
Cuando comieres el trabajo de tus manos,
Bienaventurado serás, y te irá bien.
Bienaventurado serás, y te irá bien.
Tu mujer será como vid que lleva fruto a los lados de tu casa;
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
Tus hijos como plantas de olivo alrededor de tu mesa.
Salmos 128:1-3
Cuando Dios es el centro de nuestro hogar y es nuestra prioridad, todos somos bendecidos. Como esposas somos felices, florecemos, somos fortalecidas y plenas. Nuestros hijos crecerán al lado nuestro, alimentándose y nutriéndose de lo que les demos y así crecerán como árboles plantados junto a las corrientes de los ríos. (Salmo 1:3)
Somos responsables de la formación de nuestros hijos, temamos a Jehová, amémoslo con todo nuestro corazón, porque escrito está que: “He aquí que así será bendecido el hombre que teme a Jehová.” (Salmos 128:4) para que nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en nuestro hogar.
Bendice Padre nuestro hogar, tú eres la roca y fundamento de él, gracias amado Dios.
En Su Gracia
Karla